1 de Abril 2005

Somos sólo tú y yo

Nadie más...

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Me despiertas haciéndome cosquillas en el brazo. Sonríes cuando ves mi cara, con la expresión de un bebé que acaba de nacer y mi pelo enredado por la inquietud de la noche, mientras me sacas de la cama. Son las 12 de la madrugada. Todo el mundo duerme y que ahora es nuestro momento. En pijama, apartas las cortinas como si fuesen las rejas de una jaula y abres la ventana a nuestro mundo, agarrándome para ayudarme a salir. Por fin somos los libres. Contemplo el paisaje gracias a la luna que nos guiña un ojo sonrojada y nos muestra un camino de velas hacia una fuente donde unas hadas echan agua por sus flores de piedra. Mis ojos son cubiertos por tus manos, que congelan mi visión en un exquisito momento mientras ríes, diciéndome que pida un deseo. La moneda rebota en el agua que se hiela, cristalizándose y pasa por nuestro lado un bosque frondoso, donde se esconden nuestros sueños. Los árboles son libres, como nosotros. Presos a sus raíces pero con ramas que llegarán lejos, tanto como los demás les permitan. Basta una mirada para entender lo que pensamos, sobran las palabras, abunda la comunicación. Como dos gatos callejeros en la noche, escalamos un pino hasta la cima, cerca del cielo, donde habitan nuestros más bellos y tristes recuerdos. Tus brazos rodean mi cintura, en un protector abrazo, y tu barbilla descansa sobre mi hombro, apoyando en él toda la felicidad que desprendes. Las estrellas nos contemplan curiosas y algunas corren para perderse en la oscuridad. Suena en mis oídos una música celestial proveniente de tu alma, en susurros, una canción a la vida entre sonrisas radiantes que nos dan fuerza. Las notas riegan nuestras alas que florecen para darnos el más maravilloso don mientras volamos hacia un parque cercano a la luna, donde un lago preside el entorno. En tu mirada está reflejada la inocencia de tu niñez, mientras me persigues intentando tirarme al agua. En nuestro juego no hay reglas, sólo respeto, y en un ligero forcejeo caemos juntos, entre carcajadas húmedas. Tomas mi mano ayudándome a nadar, sintiendo como el lago fluye entre nosotros, y nos une en una simbiosis tan perfecta que sería imposible de separar. En el fondo de aquel océano de sabiduría se dibuja un mapa con pequeños trozos fosforescentes de una estrella eterna. Coges un cachito con la timidez de un niño que ha roto algo, y rápidamente me empujas hacia la superficie donde la luna exhibe su danza en el agua. Nos tumbamos en la hierba dibujando un corazón en el cielo, y dubitativo, sacas el pedazo de tu bolsillo empapado. Me lo regalas para que siempre pueda tener el firmamento en mis manos. Al agarrar el astro entre mis dedos, aprieto fuerte y su luz ilumina todo nuestro alrededor, llevándonos a una montaña nevada donde nos lanzamos bolas de nieve para demostrarnos nuestro afecto mientras ríes, animándome a tirarnos rodando por la blancura helada. El mundo da vueltas en un mareo espléndido envuelto en tranquilidad y nuestra nauseabunda y sublime experiencia desemboca en un desierto donde sólo hay un coche sin techo, lleno de gasolina. Viajamos hacia el horizonte dejando que el viento acaricie nuestro pelo, nuestra cara, dibujando una sonrisa aún mayor de ojos grandes. En nuestro destino está la inmensidad del universo, justo encima del capó donde estamos tumbados. Las estrellas, la luna y los planetas, cohibidos, se esconden poco a poco a nuestros pies, dando paso a una grandísima esfera, con rostro de mujer cálida, que nos saluda. Y en ese preciso momento, de mi boca se escapan cuatro palabras sinceras:

- Me encanta soñar contigo.

Callas mis sonidos con un tierno beso eterno, que me roba el aire y la vida para compartirla contigo. Sonríes al cielo y dices:


- No hacen falta las palabras. No importa nada. Somos sólo tú y yo. Nadie más.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 2:43 AM | Comentarios (8)

Adolescencia

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Me encojo en un rincón de mi cuarto, oscuro, y siento como el calor me asfixia. El aire me envenena los pulmones y encharca mi cerebro. No puedo pensar en nada. Siento el pánico de un folio en blanco. Una vida sin escribir, o, mejor dicho, una vida tachada, para volver a editarla. En mi foto en blanco y negro aparece una sonrisa. Simplemente un tatuaje que cubre mi rostro, lo adorna, pero con el tiempo se erosionará y desaparecerá. Pronto no seré más que un recuerdo en un álbum de fotos antiguo. Subo escaleras en mi mente, sin barandilla, escalándolas. Mi voz está quebrada por el llanto que me amarga y mi mente no respira, no siente la vida. Amanezco cada mañana con una nueva cicatriz en mi rostro, y fosas cavadas en mis ojeras. Mis ojos están secos, pues nunca aprendí a lavarme con mis propias lágrimas. Una vida rodeada de humo… De sentimientos, gente y recuerdos, que, por desgracia, vienen y van. Se evaporan. Anhelo aquella etapa en la que la felicidad formaba parte de mi ignorancia, pues, vuestra realidad es la que me ha hecho apagarme. Mi aura es tan tenue como el brillo en los ojos de huérfano. Tengo el cuello recubierto de alambre de espino. Una tensión que me impide respirar plácidamente. Agonía y angustia que forman parte de mí, poniéndome sus apellidos. Mi mejor amigo ha sido el miedo, el más fiel, jamás se fue con otro. Conseguí ensordecer mis oídos, pero ya era demasiado tarde, ya eran demasiadas espadas clavadas en mis orejas. Suspendida por las cuerdas que sostienen débilmente otras personas, me manejo como un títere. Un títere que se mueve por mi mente, mi peor enemiga, y a su vez, la más leal de las consejeras. Ayer celebré el funeral de mis sueños.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 1:59 AM | Comentarios (0)