29 de Mayo 2004

Una adolescente en crisis existencial.

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Porque a veces no se encuentra otra salida...

La niña se sentía frustrada. Su vida había cambiado, y los sucesos recientemente acontecidos habían dejado en ella una huella de cemento, inamovible, pesada e imposible de digerir. Cada día demostraba ser más fuerte y madura, pero ella sentía cómo su debilidad incrementaba a medida que pasaba el tiempo, sin poder hacer nada por evitarlo. Quería creer que podría hacerlo, que todo pasaría con el tiempo e iba a ser capaz de superarlo, pero algo en su interior le decía que no era así, que su dolor no iba a acabar. Sabía que necesitaba ayuda, urgentemente, pero rehusaba de ella, y se derrumbaba. Sólo deseaba ser autosuficiente, demostrarse a sí misma que era una mujer hecha y derecha, capaz de comerse el mundo y plantarle cara a los problemas. Ella había sido fuerte, entusiasta, y el pesimismo natural que la caracterizaba en momentos inciertos, había conseguido transformarlo al más alegre de los optimismos.

Ya no era así. Su mundo se despedazaba. Las pocas cosas a las que se aferraba, esas cuerdas a las que estaba sujeta, iban rompiéndose. Sólo la sostenía una, y amenazaba con rasgarse en poco tiempo. A punto de caer al abismo. Al pozo negro, aquel lugar familiar donde había estado más de ocho veces, ese sitio asfixiante, sin salida, sin luz, sin aire, donde sólo había una solución: el suicidio, el fin, la muerte. No había otra escapatoria para esa marabunta de dificultades y problemas que se iban amontonando. Granos de arena que se habían convertido en dunas de desierto, no desaparecían, sólo cambiaban de forma.

Sólo veía pequeñas cosas buenas, aunque nunca había perdido la sonrisa ni el brillo en los ojos. Pero esas cosas, como si de una veleta se tratasen, se movían, con un viento imponente, que amenazaban con echarse a volar en cualquier momento.

Soñó. Bajó al mundo invisible. Allí era feliz. Sólo había naturaleza: árboles, flores, sol, lluvia… y el arco iris. No quería volver, y la fría cuchilla consiguió que no lo hiciese nunca.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 3:43 PM | Comentarios (75)

28 de Mayo 2004

Relato erótico.

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La biblioteca quedó casi vacía, sólo quedaban dos personas: una chica, cuyo pelo estaba recogido en dos coletas, tez pálida, camisa impecable, abierta, sugerente, una corta falda escocesa, sensual, medias blancas y unos tacones imponentes. Su mirada, seductora, al igual que su cuerpo, se desviaba hacia un joven de ojos verdes y pelo castaño despeinado, moderno. El adolescente, vestía una camisa informal y unos pantalones anchos bajos, que dejaban ver gran parte de su ropa interior. Éste no podía dejar de mirar a la muchacha, que comía sensualmente un chupa-chups, rodeándolo con sus carnosos labios, demasiado apetecibles. De vez en cuando, la mujer desviaba la mirada hacia el nervioso estudiante, que no podía concentrarse debido a la excitante presencia femenina. La colegiala se levantó y subió a una escalera cercana a su espectador, donde él podía apreciar sus libidinosos muslos. Buscó un libro y descendió de nuevo al piso, se sentó en una silla en frente del muchacho. Tenía las piernas entre abiertas y esto hizo que el joven sintiese una atracción cada vez mayor, incapaz de contener su deseo de descubrir lo que escondía la mini-falda. Empezó a sudar a medida que se imaginaba el desnudo de la fémina, el pecho, el triángulo de su sexo, todo. La chica observó al adolescente, y descubrió su inquietud. Miró hacia su pantalón con descaro y reconoció una superficie, sobresaliente y de aspecto rígido. Sonrío y se fue, dejándole sólo, observando cómo la criatura en uniforme se movía de manera sugerente al andar.

Decidió seguirla. El pasillo estaba oscuro y solitario, sólo se oía el sonido del tacón, y al poco, una puerta que se abría, justo la misma que indicaba la entrada de la clase de ambos. Él se quedó en mitad del corredor, dubitativo. Vacilaba en su decisión de irrumpir en el aula. Finalmente lo hizo. La puerta estaba entre abierta y no había nadie dentro. Avanzó unos pasos y oyó el crujido de las bisagras cerrándose. Miró hacia atrás y vio que ahí estaba ella, sonriendo sensualmente cerrando con el brazo extendido y la mano abierta sobre el cristal. El recién llegado permanecía callado, observándola cómo echaba el cerrojo con mirada pícara. La uniformada empezó a andar entre los pupitres, sin dejar de mirar a su admirador, que intentaba alcanzarla. Al esquivar una mesa tiró un libro y se puso delante del joven, dándole la espalda. Se agachó, sin flexionar las piernas, a recogerlo, mostrando parte de sus nalgas, cosa que excitó mucho más al hombre. Siguió agachada y giró su cabeza hacia la presencia que tenía detrás, le miró seduciéndole y volvió a incorporarse. El chico tenía su índice levantado, como si fuese a decir algo, y la mujer, fijó sus ojos en los de él, tomó el dedo que señalaba y lo introdujo en su boca, como si chupase un polo de hielo. Después lo deslizó por su barbilla, llegando hasta su cuello haciendo que suavemente pasase por la línea de su camisa, abierta, llegando hasta el canalillo, consiguiendo que el muchacho descubriese que no llevaba sujetador. Le miró de nuevo y sonrío, acercando su boca hacia la de éste. Sólo notaban el aliento del ajeno. Ella se acercaba y se separaba levemente, dejándole intrigante. Se pegó más a él, juntando ambos torsos, rozó sus labios con los suyos, y los deslizó por la mejilla, bajando al cuello, pero sin dejar de transmitir el calor que irradiaba. Una vez ahí, pasó su lengua, empapándole de gusto, lamiéndole, haciéndole sentir el placer hasta en la garganta. Ejerciendo presión con leves mordiscos, y esporádicas succiones, subió hasta su oreja, donde centrifugó su lóbulo y lo absorbió llevándole al éxtasis al combinarlo con la introducción de la lengua en su oído. Le manejaba, era como su juguete, esta vez ella era la domadora y él el sumiso, a ambos les gustaba su papel y el del contrario. Le besó, primero pegando sólo sus labios con fuerza, casi dejándole sin respiración, después mojándole con su lengua y finalmente sumergiéndola en su boca, con furia y pasión. Seguía su juego, su dominación. Primero un botón, después todos de golpe, la camisa de la chica quedó en su sitio, desabrochada por completo, dando salida a sus senos desnudos y sin dejar la competición de lenguas. Una yema rozó los rígidos pezones de la mujer, pellizcándolos con suavidad, después con fuerza, dibujándolos. Una mano recorría todo el pecho, divirtiéndose con él, recreándose en su forma. La parte de arriba del muchacho se rasgó por el desenfreno de ésta, que acarició la espalda del joven, caliente, sudorosa, y después perfilando la línea de su pantalón, desabrochándolo. Arañaba la parte superior de su espalda mientras él mamaba el valle de su delantera y sus picos. Se estremecían, el ambiente era asfixiante. Las masculinas manos, apartando la ropa interior de la colegiala, sudaban, todo era humedad y calor en su interior. Un dedo jugó con su monte de Venus, indagó en lo más profundo de sus genitales, le acompañó otro, sintiendo la mojada cavidad, suave, esponjosa, provocando la excitación de la joven al sentir la fricción de su clítoris. Ésta se agachó y su camisa cayó a la altura de sus codos, dejado todo su torso al descubierto. El miembro varonil estaba endurecido, muy endurecido, y se liberó cuando los calzoncillos bajaron. Una lengua húmeda y caliente se aventuró con su punta, la lamía y besaba, mientras una mano apartaba la piel y después presionaba, acumulando la sangre en la punta que se infló, chupándola de nuevo, introduciéndola un poco en su boca, después del todo. La lengua desenfrenada de la chica, saboreaba el miembro a punto de estallar, y miraba la cara complacida del muchacho, viendo cómo disfrutaba. Él seguía el ritmo del acto con sus manos en la cabeza femenina, tirando levemente del pelo de la joven... Hacia dentro, hacia fuera y después para arriba, haciendo que ésta subiese, para pasar a ser la dominada. La puso de frente a la pizarra, levantó su falda, dejando sus nalgas perfectas a la vista. Se acercó a ella, y con su miembro, buscó la vagina. La penetró. El ambiente era pegajoso, la respiración cada vez más fuerte, y el oxígeno se hacía pesado. Ella se giró, se apoyó en la mesa del profesor y abrió sus piernas para recibir al pene otra vez. Lo tenía dentro, lo quería profundo. Cada vez iba más rápido. Ella mordía su dedo para contener sus gemidos, y echaba su cabeza hacia atrás, contrayendo sus labios genitales. El falo salió, aún erguido y a punto de alcanzar su clímax. Postró a la chica en la mesa por completo, haciendo que su espalda descansase sobre ella y con su lengua intentó penetrar en sus genitales, muy húmedos, recibiendo con un grito de mujer, signo de su plenitud, el sabor de su sexo, su olor y su tacto. Ella se agachó, sacó su lengua, y dejó que el fruto del orgasmo de su compañero salpicase en su cara, mientras lo saboreaba.


Era un juego. Salado. Pegajoso. Sucio. Sólo sexo.


Agradecimientos a:

Miguel (el galleguiño) por darme la idea del contexto.
Alex (Roceñoooo), por ayudarme a retocar el principio.
Robe (el San Blasero xD), por darme tantas ideas xD.
Manu (El tío weno, juas juas, loco!), por darme sus opiniones.
Enfant Terrible (le meilleur ecriteur), por aconsejarme ;).

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 10:11 PM | Comentarios (47)

26 de Mayo 2004

Amor maldito.

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Un poema....

Rosa negra, oscura, profunda.
Espinada belleza sin color,
cuanto más se mira, más te duele,
una lágrima enjugada con amor.

Se apareció de entre las sombras,
sonrió, corrió, paró.
Cuando me constó que era la muerte,
su imagen, en mi cuerpo, se instaló.

Desperté sobresaltada,
su voz, seguía en mí.
Se me antojó oírla lejana.
Pronto descubrí que no era así.

Te llamé y no contestaste.
Con el tiempo, me informé.
Te habías arrancado la vida,
harto ya de su "por qué".

Soñé, seguías vivo.
Tu mano la mía alcanzó.
Y por oscura profecía,
tu esencia finalmente marchitó.

Lloré, nada cambiaba.
No volverías nunca más.
Mi alma, se carcomía.
No te olvidaré jamás.

Dos gotas al agua cayeron,
rojas, frescas, inertes.
Dos charcos en el suelo había,
símbolo de frías muertes.

Uno, transparente, blanquecino,
llantos y recuerdos mezclados.
Otro, rojo, fruto de mi herida,
mi sangre y dolor derramados.

Subí, dejando mi cuerpo.
Por fin, estaría junto a ti.
Aparecí en un lugar desierto
y en un eterno abrazo me fundí.

Tú, estabas radiante, alegre.
Nada nos separará.
En eterno paraíso estamos.
Nada lo podrá cambiar.

Rosa negra, oscura, profunda.
Espinada belleza sin color,
cuanto más se mira, más te duele,
una lágrima enjugada con amor.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 9:02 PM | Comentarios (11)

24 de Mayo 2004

Memorias de una soñadora

Dedicada a Manuel Ruiz.

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Una playa solitaria. El mar, reflejando los tonos naranjas y rosas del cielo de atardecer, quieto, tranquilo, inmutable. A lo lejos un horizonte difícil de alcanzar cuya belleza es proporcional a su deseo de descubrirlo. Dos almas gemelas que no tienen conciencia alguna de la existencia del otro. Mas, en su lontananza perciben una fuerza, una energía tan firme capaz de juntar a los polos más equivalentes. Un fuerte viento hace girar sus cabezas, en aquel momento, ambos reparan en la presencia del ajeno, y, por primera vez, sonríen, con un gesto tan sublime y cautivador que ambos de manera involuntaria van uniendo sus cuerpos, con un paso gradual y hermoso. Un silencio eminente envuelve el entorno, cobijando en su interior a los dos lánguidos seres, que no articulan palabra, pero no dejan de fijar sus ojos en el contrario. Se miran. Una mano masculina se mueve ligeramente, dubitativa, hacia el inmaculado rostro de la muchacha cuya sonrisa tenue seduce cada vez más al hombre. Una suave caricia, fruto del más deseable de los encuentros, enjuga la mustia lágrima de la joven. La fémina, presa y ablandada por el suceso, no contiene su exaltación y cae rendida en los brazos del chico guareciéndose en un tierno e interminable abrazo. No se escucha nada, sólo las ligeras olas, la brisa veraniega de noche y el repiqueteo de la liviana lluvia que empieza a caer, juntándose con el jugo de los sollozos. Un grito ahogado rompe el sosiego:

- Llevo toda mi vida esperándote.

Dice una voz varonil, al tiempo que calla su emoción uniendo sus labios con los del ángel que tiene en frente.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 7:40 PM | Comentarios (5)

5 de Mayo 2004

Dime...

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Sólo calla... Observa tu mundo...

¿Qué es lo que ves? Yo nada... Soy ciego.

Mira al mar y dime lo que sientes... Dime lo que hueles, lo que ves.

Yo nada, no puedo. Estoy solo. Y ya no tengo sentimientos.

Abraza al amor, y dime lo que sientes... Lo que te aterra....

A mí nada. Estoy muerto. Muerto en un hueco de la pared.

Susurra al odio y dime lo que escuchas.

¿Nada? Yo lo oigo todo.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 10:02 PM | Comentarios (1)