Tan sólo un minuto de silencio, por favor. Voy a callarme. A callarme por mi romanticismo absurdo, por mis paranoias antagónicas, por mi mente ambivalente Mantendré mi boca cerrada por mis problemas absurdos y dadaístas, por mi melancolía interna y mi empeño en cobijarme... No articularé palabra por el humo que me rodea, por la vida que vivo, por la gente que me vive... Ensordeceré el momento por los que me necesitan, por los que dañé, y pido perdón, por los que siguieron ahí aguantándome, por los que lucharon por mí, por los que me apoyan día a día en silencio, mirándome a los ojos. Sin perderme de vista Sellaré mis labios por la música que me ayuda, las letras que me trasmiten, por el Rap que me ha sacado tantas veces del pozo en el que me meto yo sola, por los músicos que realmente quieren transmitir y por la droga que me proporcionan las buenas canciones Silencio, por favor Silencio por haber sabido salir de los problemas, por haber sido fuerte, por los buenos consejos que supe coger, por haber cambiado, por rectificar día a día... Silencio, por favor.
Silencio
Se acerca el funeral de mi crisis.
Me encuentro en un estado casi patético. Fóbico. Nauseabundo. Recorro mi cueva buscando la salida, encontrándola y haciéndome la loca. Una parte de mí no quiere salir, se siente cobijada en el miedo. La soledad me llama a timbrazos cortos, y yo cojo el teléfono con rapidez. Me susurra, duele, me rompe los tímpanos, pero sigo escuchando. El humo invade mis ojos, mi evasión. Y entre un réquiem escribo, escribo sin parar, para llegar a alguna conclusión. No la encuentro. Mi ambivalencia vuelve a actuar. Me da bofetadas y me empuja, como un buen consejo. Hay que ser fuerte. Los recuerdos invaden mi mente, y sólo son presagios. Sólo son recuerdos. ¿Cuando acabará este dolor inventado? ¿Cuándo saldré de este agujero en el que yo misma me meto? Mal fario. Un mal presentimiento se apodera de mí, nublándome la vista. Tornando todo negro, cuesta arriba. Una parte de mi mente extiende el brazo, otra lo rechaza. Y yo, mi parte más intrínseca, me vuelvo loca, no lo soporto. Es como escuchar mil versiones a la vez y no saber qué camino tomar. Angustia. Me da miedo la felicidad. Aún más los problemas, y huyo. Huyo. Huyo aunque cada vez menos. Quiero romper esas cuerdas que me hacen daño, ese hilo que me degolla lentamente. Las espinas clavadas en mis muñecas. Y curar las cicatrices.
Ya va siendo hora de que me reconcilie con mi misma.
Es el momento de terminar mi réquiem, y empezar mi allegro.
Se acabó la crisis. Me lo merezco.