18 de Enero 2006

Cállate

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Me muerdo las muñecas tan fuerte que estoy apunto de arrancarme las venas. Deseo saborear el hedor de la sangre para escupirlo por mi cuerpo y contemplar mi autodestrucción. Quiero vomitar, vomitar, vomitar hasta echar lo más profundo de mis entrañas, y quedarme vacía como un títere. Jamás entenderé por qué me cuesta tanto expresarme, incluso escribiendo. No hay una palabra, no hay un momento, no hay una persona. No hay nada en concreto. No lo veo. Mirar a un punto impreciso del mapa no me ha servido nunca, la inercia forma parte de mi vida, y ya me aburre. No es vivir por mí, sino vivir por no herir. Escúpeme en la cara, que saborearé tu saliva. Los momentos se congelan y las paredes arden, queman de frío. La arena es espesa en el barrizal que llamo hogar. No intentes gritar, ni huir, no puedes. Sólo es tu imaginación y ya dije, no puedes luchar contra tu propia fantasía, sólo taladrarte la sien. Doy vueltas sobre mí misma y aún creo que me muevo. Algo así como el pájaro loco, que cree que porque él no ve, a él tampoco pueden observarle. No lo entiendo. Es un código demasiado complicado, inteligible, sí, lo escribí con mis propias lágrimas, por eso es transparente. Me expreso con la dureza que oculto, la frialdad que anhelo. Este cuchillo afilado lleva mi nombre, no el tuyo, así que deja de creerte todo lo que digo. Es intangible. Y yo soy inerte. Todo es pura fantasía y descontrol. Apatía que me recorre día a día y se esconde en algún rincón de aquel campo sin paredes. No son más que palabras ordenadas de manera estética, así que deja de pensar. No pienses. No lo hagas. Sólo siente. Siente. Siente... Siente el frío recorrerte y llora. Yo estoy harta de hacer esfuerzos para que salgan las lágrimas, harta de que el llanto erosione mi garganta y mi estómago. Harta. HARTA. Harta de mí, de ti, y del mundo. Siento la pesadez de mis frases en la cabeza, realmente no lo pienso. Sí, soy humana, nunca dije lo contrario. Y tengo los codos gastados de apoyarlos contra el suelo. Mis manos están llenas de pelo que me arranco, y así voy. No digas que no te lo advertí, mi mundo es oscuro y yo también. Sólo es dulzura pasada por agua, por agua que tú mismo creaste. Provocación absoluta, impulsos de ira y sobervia que adoro. Palabras al azar en un folio negro. La música pervive en el reflejo de ese charco, tú no. Tús ojos son ciegos, tu boca no distingue los sabores, el tacto se ha congelado, tu olfato se confunde y eres sordo.

Ahora es el momento. Sólo disfruta del silencio.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 1:04 AM | Comentarios (14)

17 de Enero 2006

Miedo

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La noche se hace pesada y el silencio se mastica. Los párpados caen a sus entrañas sin moverse, y mis ojos se cierran y dan la vuelta, visionando el mundo desde una perspectiva propia. Intrínseca. Las palabras surgen en la mente, y se pierden en algún lugar de la garganta, mientras olvidas. Olvidas. Olvidas... Los dedos duelen, queman, los brazos son de hierro, inmóviles, y un malestar general hace mella en tu estómago, incapaz de soltarlo. Tuerces la boca, en señal de conformismo, y tratas de pensar en algo distinto, pero no puedes. Todo es tan presente y tan lejano a su vez. Tan abstracto. Quieres cogerlo y tirarlo al río, ver como la corriente deshace el petróleo de tu imaginación. Petróleo que ensucia y enguarra absolutamente todo a su paso, mientras esbozas una sonrisa irónica, con la mirada desviada, y seria. Ni el mayor grito humano es capaz de callar tu agonía. Te esfuerzas, nadas buscando la desembocadura, y la paz eterna, la paz propia, pero no llega, sólo hay ramas. Ramas a las que aferrarse. Ramas que el paso del tiempo deshace y se rompen para volver a arrastrarte. Aprietas los labios conteniendo todo, quieres decir mucho y no hablas nada. Incluso sientes lástima de ti mismo, te observas en el espejo, y no te reconoces, porque no sabes cómo es tu imagen real. Porque ya no crees en nada. En nada, ni en nadie. El viento es frío y la vida también, te ha congelado, y aunque lo más profundo de ti anhela encontrar esa llama de color azul, incandescente, que consiga derretir la capa de hielo que te escama, no lo consigues, y lo que es peor, te ciegas aunque lo tengas en frente. El miedo, el miedo, siempre el miedo. El miedo al rechazo, al dolor, a las escaleras que bajan, a los pozos sin fondo, a esos lugares que ya son tan familiares, que asustan.


El miedo a la propia vida, a la vida de los demás, e incluso a la muerte. Pero siempre fiel. Siempre, el miedo.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 3:29 AM | Comentarios (4)