13 de Febrero 2006
¿Alguna vez...?
¿Alguna vez has sentido la incertidumbre de una madre en la sala de urgencias, cuando su hijo acaba de estrellarse con una motocicleta? ¿En algún momento has masticado la pesadez del aire en un lugar lleno de humo, que te raja la garganta? ¿Recuerdas haber vivido algo que no te gusta? Me recreo en las palabras sórdidas de mi mente, baso mi método en la provocación, y quien más debería darse por aludido, no se da. Me he rajado el cuello en su rostro, le he gritado en sus oídos hasta perforarle los tímpanos, o mejor dicho, hasta romperme las cuerdas vocales... Y es indiferente, inútil. Me muerdo el labio aún, y sigue sin desangrarse. Alguien dijo que es síntoma de locura el repetir una y otra vez el mismo gesto esperando distintos resultados. Tal vez esté loca, quizá lo estén los demás. Mírame a los ojos y contempla el abismo. Me gusta ver como rozas el límite de tu persona, como te pones a prueba inconscientemente. La mirada en blanco funciona en pocas situaciones, apretar los puños menos. Aguarda el frío de un revolver en tu sien, y dime lo que sientes. Dime si te sientes libre. Si es la hora de morir. Si ya no importa seguir el camino. ¿Merece la pena? ¿Entonces, por qué continuas andando? Aún me refugio en el recuerdo, porque él, en su momento me dio vida, y hoy, sólo me da muerte. Muerte, como su imagen y calor. Muerto... Para mí, ha muerto. Como Dios. Y nos encontramos solos en este mundo, mientras, con el vello de punta, te haces preguntas estúpidas sobre qué podría haber pasado. Quieres que el reloj corra, y sin embargo, tú estás parado. Más tarde te das cuenta de que añorabas esos momentos, eran mucho más fáciles, así que imagina lo que te espera. Tengo tantos remiendos que ya no siento, no pueden hacerme daño. Me he hecho fuerte, y mi propia piel se ha convertido en hierro, y aunque quieran, no podrán traspasarla. Porque soy inmune. Inmune a ti, y a todos. Inerte, pero a mi modo, no al tuyo.
Y es que... No necesitamos que nadie nos ahorque para saber lo que se siente.