Aprovecho este espacio como dedicatoria a todos aquellos que me firman ya que hemos llegado a los 500 comentarios, y por eso he decidido cambiar el estilo esta vez. Aunque no la técnica. También decir que no se fíen de mis textos, porque no son reales, se hayan dentro de mi propia fantasía, como muchos sabeis, y no tienen por qué ser aplicables a algo concreto de mi vida. De modo que lean, sumérganse en mi mundo y traspásenlo al suyo. Un saludo.
En un patético intento de imitar al loco Zaratustra, o Diógenes, no está segura, una muchacha coge un mechero y lo enciende para ver mejor. Sí, el sol brilla más que su propia luz, pero ella lo considera necesario para buscar lo que se le ha perdido. "¿Dónde está mi amigo?" Repite sin cesar, "¿dónde se han escondido los que en su día me apoyaron?". Pero no, no hay nadie, nadie se ríe de ella, nadie la llama loca, porque no hay nadie. Está sola. Y por eso busca. En un corazón remendado con su propio hilo, aguanta la presión de la sangre exterior, una clase de mierda proyectada en su ojo. "Hay que ser fuerte", se repite, dándose bofetadas a sí misma. Está cansada, los pies le duelen, los brazos también, pero ella es como las bailarinas de ballet. Puedes morirte por dentro del esfuerzo, pero tienes que parecer altiva y espiritual, movimientos limpios promovidos por una autodisciplina demoledora. "Así son las cosas". No se queja, no sirve de nada, eso es algo que aprendió, aunque con una diferencia, ahora la pregunta es ¿de qué sirve aprender si los demás no lo hacen? Puedes llegar a la luz, alcanzar tu propia verdad, pero lo harás sola, porque todos se hallan en un mundo paralelo donde construyen su propio sendero. Cansada de los aforismos, la provocación gratuita, todas esas cosas que hace, sólo para ver cómo responde la gente. Cansada no, harta. Está enfadada con el mundo y a pesar de su pacifismo, si éste se materializase en humano, ella le cruzaría la cara sin ningún pudor.
"¿Dónde estoy?" Cambia la pregunta, pero ya lo sabe. Está en su propia dimensión, en un plano astral que ella misma ha inventado, donde juega con los demás a ser como ellos. Se ríe, se ríe porque llorar no sirve de nada. Eso también lo sabe.
Ahora camina con el mechero en sus manos, cogiéndolo con cuidado. Lo tumba sobre una piedra mientras predica "he matado mi propia luz", ¿por qué? Porque no sirve de nada.
Perdida la guerra y ganada la única batalla que hubo. Rendida a la toalla, que está demasiado estropeada de tantos amagos de tirarla. Es curioso. Ni siquiera me salen las palabras. Ni siquiera sé lo que siento, ni qué quiero sentir, ni acaso si debo sentirlo. Es todo tan... apático. La desidia me lleva por el mal camino, aunque en el fondo nunca me rinda. Pero eso es algo que lo saben quienes lo deben saber. Después de muchas reflexiones he llegado a la conclusión inexacta de que todo en la vida es un coste de oportunidad: debes prescindir de algo si quieres obtener algo nuevo. Prescindir de tus sentimientos en beneficio de los demás, o prescindir de los sentimientos de los demás en beneficio propio. Lo mismo da. No es justo, aunque nadie dijo que lo fuera. El egoísmo siempre hace mella, lo queramos ver o no, está intrínseco en nosotros. Y aunque escarbes en sus paredes e intentes romper su muro, es demasiado ancho... Demasiado insonorizado como para que alguien escuche tus gritos. Tu propia burbuja, aislante. Refugiarse en uno mismo es humano, aunque nadie puede decir si es, o no, correcto. Yo no sé si me refugio en mi verdad o en mi mentira. Tal vez en mi fantasía, la cual no sé siquiera hasta qué punto es cierta. Las distracciones asaltan la cabeza, y evades tu mente para no pensar. Paralizar el tiempo sólo alarga el momento de encontrar la solución. La cobardía por decir las cosas, por ser sincero, sobretodo con uno mismo. Es algo que cuesta asumir. La impotencia es tal que podría sangrarme las palmas de las manos apretando los puños. El aire es espeso. Sabe a mierda. Pero sigues respirando en un suspiro conformista pensando: "aún no es el momento". Alguien dijo que sólo se es realmente libre cuando no importa si vives o mueres. ¿Y cuándo importará? ¿Y cuándo dejará de importar? Tal vez vaya siendo hora de dar respuestas y dejar de hacer preguntas. De tragar sin rumiar tanto... Tragar sin tan siquiera masticar. Pero un nudo en la garganta es suficiente para hacerte de muro. Tu propio muro. El muro de las lamentaciones que tú mismo te creaste.
Siempre querremos refugiarnos en nuestra miseria. Debe estar caliente.