Dedicado a Luis en el día de su cumpleaños...
Disfruta de tu nueva amiga la orquídea.
Las flores
Algunas se apagan, chirrían como violines en una muerte lenta, y triste.
Los pétalos se arrugan, se encogen en sí mismos, cerrándose, y al más mínimo tacto, se hacen añicos, porque se secan.
El tallo se torna amarillento, un color tenue y mórbido que refleja sintomáticamente su decaimiento.
El final de la primavera.
Gran parte de las flores más hermosas tienen espinas, son venenosas o producen una terrible alergia.
Flores hay a millones.
Un sublime florecer paulatino. No hay que olvidar que todas comienzan siendo una simple semilla.
Se abren en un suspiro de equinoccio, mostrando todo su color al mundo.
Sin embargo, hay flores que jamás extenderán sus pétalos, condenadas a ser un capullo cerrado toda su existencia.
Algunas flores son enormes y simples, vistosas y caídas, monocromáticas y erguidas. Simbiosis perfecta de cualidades.
Las flores son iguales que las personas.
Existen muchas que necesitan de un cuidado seguimiento, siendo co-dependientes de aquel que se atreva a cuidarlas. Aunque muchas resultan agradecidas. Otras por el contrario, requieren menos atención o incluso ninguna, siendo prácticamente autosuficientes en sus funciones vitales. Adaptables a cualquier medio.
Pero una flor nunca tendrá dueño, porque conserva una belleza única e irrepetible. Especial, cada una a su manera.
Una flor no está condenada, pueden extender sus raíces si sabe moverse hacia el sitio adecuado.
Una flor es un manantial de tiempo, y un resultado a la vida. Un retorno cíclico a la cima de su plenitud. Primavera, tras primavera. Año tras año. Algunas, incluso más.
No importa si eres grande, si estás en un campo abandonado a los escombros, o una lujosa urbanización francesa, no importa si estás erguida o caída, si necesitas mucha luz o poca. No importa de qué te alimentes, ni cuándo florezcas. No importa.
Sólo importa tu propia belleza que volverá a renacer, siempre que tengas cuidado y pongas empeño en volver a florecer.
Aunque le arranques los pétalos, no quitarás su belleza a la flor. (Rabindranath Tagore)
Me pudro en un intento estúpido de volver a salir a flote. Me marchito poco a poco y no lo entiendo. Los mismos errores, los mismos fallos año tras año y el mismo desenlace. Te miras al espejo preguntándote "cómo puedes ser tan jodidamente gilipollas" y sabes que eres capaz de tragarte todo el orgullo que tengas sólo por aquello que sientes. Y no te importa. Nadie te lo pide, pero lo haces, porque quieres hacerlo. El corazón se encoge y escupes a tus malditos sueños porque puede que ya no vuelvan. Y sientes miedo. Un escalofrío tan grande que te hace replantearte demasiadas cosas. Todavía no aciertas a comprender el objetivo de tu vida cuando estropeas aquello que más te importa. Sea o no normal. Y miras a la luna, y siempre está ahí, pero esta vez te mira desafiante y una voz interior te machaca y te pule, porque has sido tú y sólo tú quien la ha cagado. Intentas ser fuerte, racional, pero las lágrimas fluyen y los sentimientos te desbordan, y no puedes evitarlo, y siquiera quieres porque eso te hace sentir mínimamente humana. Las ilusiones te hacen daño porque son de tu propia fantasía y no puedes luchar contra ella. Siempre vencerá. Recuerdas. Y vuelves a tener miedo. MIEDO. MIEDO. MIEDO. MIEDO. Auténtico pánico, incluso por escribir y la posterior reacción. Aunque lo necesites de verdad. Te ahogas en un suspiro y en un vaso, pero no de alcohol, sino de tus propias lágrimas. Intentas calmarte y no puedes, porque quieres hablar, quieres dar marcha atrás, quieres ahorcarte con tu propio cordón umbilical, como siempre. Y te miras desde fuera y te das auténtica pena, y asco. Porque te has convertido en una sumisa de tus sensaciones, y no te importa. Y vuelves a sentirte débil. Y sin nada de ganas de nada. Lo miras todo, y lo recuerdas todo, otra vez. Y las lágrimas son ácidas y caen lentamente perforándote. Y vuelves a recordar el porqué de tu puto miedo. Una página que quizás jamás debiste visitar ni por curiosidad, que te hizo dudar momentáneamente. Una mirada y una sensación de anhelo que percibiste que tal vez no era cierta. Pero todo se va a la mierda, como siempre, y sigues siendo la única culpable. Aunque sigues escribiendo. El dolor de cabeza que tú mismo te has creado te está taladrando las sienes, y te da igual. Te da igual si eres cursi, romántica, o si vuelves a tirarte sin cuerda. Te da igual que si te desbordas, si lo intentas dar todo, aunque no puedas. Pero todo se ha ido a la mierda, otra vez.
Y sólo te queda un consuelo, el de un amigo, demasiado fiel, que es el miedo, pues nunca se irá con otro.