26 de Julio 2006

Ego

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Es una fortaleza que se adquiere con el tiempo. Es un amago de aterrizaje en la tierra. Un conjunto de posibilidades entrelazadas donde se decide si al caerte te hundes o te levantas. Tú puedes mirarte al espejo y lamentarte. Yo me quiero más. No estoy dispuesta a condecer privilegios sobre mi persona. No te haré daño, pero tampoco te permitiré que me lo hagas. No podrás. No si yo no quiero. El camino que tomé no tiene retorno porque yo lo he borrado, siempre de frente y de cara, aunque el viento me deshaga la piel. Siempre hay tormentas. Pero también calma. Calma... Calma... Silencio. Añorado aliado de mis pensamientos. Silencio por ti. Concédete un minuto de homenaje. Observa como la debilidad se apodera de ti porque lo estás permitiendo. Te ahogas y no haces nada por evitarlo, sólo dejarte llevar. Te autoengañas, lo siento. Esas arenas movedizas se evitan con un poco de esfuerzo. Aunque es difícil, si tienes los ojos vendado. Jamás verás las cuerdas que se han tendido. Puedes cogerlas. Aunque yo no lo haría. Yo no sería tú, ni te propondría un yo. Yo sería lo que tú quisieras que fuese. La mueca de tu sonrisa o el pestañeo de tu sueño. Sigue en silencio, y vuelve a mirarte al espejo. ¿Te ves? ¿O ves tu imagen? Deja de hacerte preguntas, porque no sabrías vivir en un mundo sin respuestas. No te mientas. Sabes bien de qué hablo. Aunque en realidad no hable de nada.

Pero ya sabes que me encanta confundirte. Porque la vida es contradicción y yo soy vida.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 2:36 PM | Comentarios (9)

16 de Julio 2006

¿Verdad?

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Y ella dice: “lo siento”. Y todos vuelven, de nuevo, a estar contentos. Siempre la misma historia. Una dosis de droga compensando con una dosis de bronca monótona de unos cuantos amigos. Al fin y al cabo, es mucho peor su bronca interna. Porque no es capaz. No es capaz de mirarse al espejo y admitirse a sí misma lo que realmente es. Lo que realmente pasa. Siempre ese sentimiento masoca tendiente a un ambiente de terapias y ayudas. Ella lo sabe. Lo sabe muy bien. Sabe que hay que echarle muchos cojones para afrontarlo, y lo que es peor, se siente protegida dentro de su propia mierda. Es su síndrome de Diógenes particular. Una vocecilla que susurra en su oído una música celestial que poco a poco le perfora el tímpano, sin que se de cuenta. Es algo más que un movimiento. Es una ironía incomprensible que le atormenta. Y por eso se apoya en los débiles (de apariencia tal vez). Odia a los fuertes. Odia a los seguros. Odia no ser como ellos. Pero en el fondo, no quiere serlo. Cree que es especial porque tiene problemas, como todos. Se siente amenazada, presionada, y cohibida. Indefensa, tal vez, ante las oleadas de gente que acechan su nube, sus sueños y esperanzas. Es tan patético como humano. Un camino repintado de negro. Y no un camino al azar, sino un propio camino dibujado con un lápiz que romperá el papel. Y quedará incompleto, caótico, y lleno de obstáculos. Porque así se ha querido. Porque se creó con furia. Ella vuelve a decir: “lo siento”. Casi automáticamente. Y recuerda, en los momentos que se sienta en el váter, mirando al suelo, como le asusta el hecho de pensar que ese papel se puede tirar, y coger uno nuevo.

Puede que tú seas ella, o creas serlo, y esto te escueza. Porque, al fin y al cabo, alguien dijo: “Al salir de ciertas bocas, la misma verdad tiene mal olor.”

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 6:33 AM | Comentarios (9)