21 de Julio 2004

Carta a las estrellas

Con Plukas, Booh y Mer 2.jpg


Dedicada a Pablo Lucas... Sabemos que estás en las estrellas.

La muchacha dio una calada al cigarrillo, que se consumía lentamente y salió a la calle. Anduvo durante unos minutos y se tumbó en el cesped, de cara a las estrellas. Las miraba fijamente, como si buscase algo. En ese momento, vio que una brillaba más de lo normal y se quedó observándola. Con voz queda y entre susurros, comenzó a hablar. Sólo acertó a decir un par de palabras y notó como una lágrima cálida mojaba su rostro:

- ¿Me escuchas?

Cerró fuertemente los ojos y lloró silenciosamente. Tenía un nudo en la garganta, que le impedía articular palabra:

- Sé que nunca hemos hablado mucho. Sólo nos hemos visto tres o cuatro veces, puede que alguna más, pero tu muerte me ha afectado mucho. Siempre me diste buena espina. No sé, te miraba y tus ojos tenían una mezcla de infantiles y adultos, como si escondieses un gran secreto.
Recuerdo la fiesta... Realmente no te conocía y te pedí que no me dejases sola, y no lo hiciste. Ese día me fijé más en ti. Siempre me habías atraído, la verdad, pero, no sé, ese día fue distinto. En algún momento intentaste besarme. Yo me hice la loca y me aparté, aún no entiendo por qué. Supongo que por vergüenza, o porque los demás no pensasen mal de mí. O por no herir a nadie, qué se yo.
Sin duda tenías algo especial, la sonrisa, los ojos, encanto personal, no acierto a decir el qué. Me gustabas... Seamos sinceros, no pensaba todo el día en ti, pero me era agradable estar contigo.
Hace tiempo, te vi en el autobús. No creo que tú me reconocieses. No sé por qué no te dije nada, porque quería hacerlo. Supongo que me salió la vergüenza adolescente que todos tenemos.
Quería conocerte y aún quiero. Con el tiempo lo haré, a través de tus seres queridos. Y así poder acercarme más a ti de lo que conseguí en vida.
No sé por qué hago esto, pero sé que me escuchas. Espérame ahí, en las estrellas, junto a la luna. Algún día iré yo, te pediré el baile que me prometiste en la fiesta y te daré, si quieres, el beso que rehusé darte en su momento.
- La muchacha besó su mano y sopló hacia el cielo- Cuídate, Pablo.

Y se durmió bajo las estrellas, convencida de que alguien desde allí la había escuchado esa noche.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 6:22 PM | Comentarios (11)

10 de Julio 2004

Edwar Jones

Una histora, que aunque parezca mentira, es verídica.

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Edwar Jones sabe seis idiomas: Español, Inglés, Francés, Italiano, Alemán y Portugués. No tiene trabajo. Vive en la calle, solo. Su única compañía es un cojín y un vaso de MacDonalds, donde la gente introduce su caridad, si es que la tienen. Hoy he hablado con él. No podía darle dinero, no tenía. Me cuenta que tiene miedo. Que cada noche se "acuesta" con temor. Y que, a parte de una oportunidad para trabajar, lo único que quiere es un amigo. Dice que la gente le mira con asco, con incredulidad. Bien por ser negro, o bien porque creen, absurdamente, que pide por pasar el rato y sacar algún dinero extra. Me relata que hoy le han pegado. Tiene marcas de puñetazo en la cara y alguna cicatriz ya curada. De noche, algunos yonkis le pinchan, a veces en la tripa, otras en el pene. Son crueles. Observo las caras de prepotencia de la gente, sus miradas de desprecio, su asco. Pero sigo hablando con él. Continuo escuchándole. Me explica que algunas personas le ofrecen vender droga, pero él no quiere. Tiene estudios y ganas de trabajar. Ha solicitado un empleo como guarda de seguridad en un hotel. Demasiado lujoso para él. Nunca podrá hacerlo. O al menos, eso creen los que le rechazaron. Me pide que si sé de algún puesto se lo diga. Que le da igual cual. Que realmente lo necesita.

Puede que muera, puede que acabe vendiendo droga, o toda su vida transcurra en la calle. Total, qué más da, sólo es una vida más. Ratas como él abundan.

¿Verdad?

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 5:34 PM | Comentarios (5)

9 de Julio 2004

El adaggio de la muerte

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El cementerio estaba vacío. Casi nunca había nadie, salvo algún domingo cuando las viudas llevaban flores a sus difuntos. El silencio y la brisa me tranquilizaban. Anduve un rato hasta un pequeño muro de piedra, donde me senté. Necesitaba reflexionar sobre lo ocurrido. Decidí plantar cara a lo sucedido y aprender a superarlo. Llevaba conmigo mi magnífico violín. Dejé el estuche en el suelo. Y eché mi cabeza hacia atrás, dejando que el viento chocase contra ella. Veía las estrellas, relucientes. Tal vez Alicia estuviese allí, sonriente. Jugando con los ángeles. Bailando con la luna.

Me levanté despacio, el cuerpo me pesaba y tenía un nudo en la garganta que me impedía respirar. Me puse frente a su lápida. No podía concebirlo. No podía ser. Lo único que quedaba de ella era un conjunto de huesos inertes. No podía aceptarlo. Palpé la dura piedra, y con mi dedo índice fue repasando cada una de las letras de la inscripción: "Aquí descansan los restos mortales de Alicia Casado Martínez". Mi amiga. Aquella chica alegre, que siempre ocultaba lo más profundo de sus sentimientos tras una sonrisa. Saqué el violín, y lo afiné. Empecé a tocar el Adaggio de Albinoni, aquel que tanto le gustaba. Mientras tocaba la recordaba. Recordaba sus ojos, su sonrisa. La quería conmigo. Visualicé lo irrecordable. La vi en el hospital, 17 años y sobredosis. Observé su brazo, morado, casi negro, marcado cada día con la droga que la apresaba. Que no la dejaba vivir. Noté como mis lágrimas regaban los hierbajos donde estaba su tumba, mientras seguía tocando como podía. Volví a ver el hospital, la camilla, y su cara. Parecía muerta, inerte. Y lo estaba. Un aparato, que sonaba de forma intermitente, dio lugar a un sonido continuo. El grito de la muerte. Su muerte, y con ella, la mía.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 6:21 PM | Comentarios (3)

8 de Julio 2004

El encuentro

Dedicada a Miguel Longo

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Una voz femenina anunció la llegada del tren que provenía que La Coruña. Una chica, esperaba sentada en un banco a un joven que se apearía del mismo. Miraba a las vías, impaciente, y memorizaba la cara del muchacho que vendría en cualquier momento. No podía evitar recordar sus ojos. Aún habiéndolos visto en foto eran cautivadores, magnéticos. Un sonido chirriante, sin duda causado por los frenos del transporte, envolvió la estación. Uno o dos minutos más tarde salió, era él. Su cara reflejaba su incertidumbre y miraba en todas direcciones buscando la cara de la joven. Ésta se levantó y se alejó de la vista del muchacho y decidió esconderse detrás de un cartel publicitario. Tenía preparada una sorpresa.

Cuando el chico se hubo sentado, la joven se acercó por detrás y le tapó los ojos con ambas manos, como si fuese un juego infantil. Éste se sobresaltó y la muchacha le susurró sensualmente al oído:

- Sí. Soy yo. Pero aún no debes verme. No los abras.

Cogió un pañuelo de su bolso y con él vendó al chico para que no pudiese ver nada. Notó un cosquilleo en su estómago y le levantó. Él confiaba en ella y se dejaba llevar. Ambos temblaban, querían que llegase el momento que tanto habían estado esperando. La chica sin soltar la mano de su compañero, acariciándola suavemente, indicó:

- Primero tienes que sentirme.

Esto hizo que el joven se estremeciese. Fue guiado hasta el final de la estación, estaban impacientes. Después de unos minutos andando en silencio por las solitarias calles de aquel verano en Madrid, llegaron a un parque.

El olor a cesped recién cortado era perceptible y el sonido de la fuente lo hacía todo más agradable.

La muchacha sentó al joven como pudo y volvió a susurrarle:

- Sólo déjate llevar y disfruta del silencio.

Él asintió y tragó saliva. No sabía qué iba a pasar y eso le impacientaba aún más. Notó como ella le cogía la mano y la guiaba hasta lo que parecía la cara. Sentía sus facciones: pómulos, labios, nariz, etc. La piel era suave, y no podía dejar de tocarla. Se recreaba dulcemente en cada rincón. Reconoció un beso en la yema de los dedos. Paró.

- Ahora te sentiré yo. Dijo ella.

Apreció unos labios en su tez, quería besarlos. Aquella boca le rodeaba la cara dejando suaves y leves besos, que bajaron al cuello, produciéndole un cosquilleo mayor.

De repente la vio. Le había quitado el pañuelo. Era tal como la imaginaba, pero esta vez no en foto, sino en real. Dejó que un beso valiese más que cualquier palabra.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 2:18 PM | Comentarios (3)

7 de Julio 2004

20 minutos en el Metro de Madrid

Algo que escribí cuando iba en el Metro, como cada día.

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Un día más, cojo el Metro, línea 10, Colonia Jardín, hasta Tribunal. No va la misma gente, pero sí son las mismas caras, el mismo silencio. Giro mi cabeza, el tren está casi vacío. Los veraneantes madrileños, sedientos de playa y relax han abandonado las calles, dejándolas más insolitas, más grises, más tristes. Personas que miran a un punto impreciso del vagón. Gente que ve gente, sin observarla. Miradas perdidas, máscaras de legados vividos por sus dueños. Cicatrices invisibles de guerras internas no acabadas. Espacios en los asientos y falta de comunicación. Amigos que miran al frente, sin mediar palabra. Familias que recuerdan sin darse la mano. Parejas que no se besan, que no se abrazan. Caras de inquietud, de angustia. Pensamientos que escapan cuando las puertas se abren. Gritos acompasados al silbato del cierre. Nuevas personas que entran, esperan y salen. Y mientras dura la espera, el recuerdo asalta mi mente, y la de los demás pasajeros. A un asiento no le importa el dinero que tengas, como vistas o pienses. Tampoco las puertas seleccionan quien entra. Sea la hora que sea hay caras lánguidas, rostros dormidos, miradas ácidas.

Una lágrima amarga lucha por salir, lágrima amarga atada, a lo más profundo del Metro de Madrid.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 3:38 PM | Comentarios (5)

5 de Julio 2004

Los ángeles de los bajos de Argüelles

Voy a contar algo que me pasó el otro día, fue surrealista, pero estuvo genial.

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Estábamos en Los Bajos de Argüelles. Éramos un grupo de jóvenes con cara de yonki sentados en frente del "Rebote". Bebiendo cerveza con música punk de fondo. Pasó un chico de pelo extraño. Me miró. Arqueé las cejas. Se giró. Él y su grupo se quedaron en la puerta del "Rebote" charlando. El chico me volvió a mirar, más descaradamente. Me empecé a reír y él también sonrió. Se fue. Nosotros seguíamos, en corro, charlando, fumando porros y bebiendo. De buen rollo. Entramos al garito, estaban poniendo "Marea" y no nos lo podíamos perder. Gente cogida de los hombros haciendo el capullo en un local que olía a sudor. Al rato salimos, con más cerveza en la mano. El chico de pelo extraño volvió a pasar. Volvió a mirar, volvió a sonreír, volvió a irse. Sólo faltaban pipas. Gente mirando a gente. Sin saber nada de nada ni de nadie. Volvimos a entrar al garito. Aunque aquello era un antro (wapo, pero un antro) tenía baños, y eso era lo que nos importaba a algunas en ese momento. Salimos, yo estaba enchufada a una botella de agua, pasaba de beber. Volví a ver al chico de pelo extraño. Pero esta vez no miraba, ni sonreía. Apenas podía moverse. Iba borracho. La absenta era mala y él lo acababa de comprobar. Le sentaron en frente nuestro. Me acerqué, se había quedado solo. Le ofrecí agua y me dijo que ya tenía. Le pregunté su nombre. Era un nombre muy común para un pelo tan extraño. Iba muy borracho, casi no se enteraba de lo que pasaba. Vino su amigo y se soprendió al verme, me preguntó de dónde salía y le expliqué. Me dio las gracias y volví a sentarme con mi gente. Al rato volví donde estaba el chico y le propuse a su amigo que se fueran de bares que yo me quedaba con él. Me dijo que no hacía falta, y el chico borracho empeoraba. Le pregunté si quería dar una vuelta, su amigo me lo agradeció y me lo llevé junto con una compañera mía. Vomitó. Varias veces. Los pijos nos miraban mal. Pero dio igual. Volvió a vomitar, y le sentamos. Cuando mejoró un poco le llevamos donde estaban sus amigos. Al llegar, le senté y dos de sus colegas me miraban con complicidad, pensaban que me gustaba el chico. Les aclaré que no quería liarme con él, simplemente estaba ayudando y uno de ellos indicó: "Los ángeles existen y están aquí". Les repetí que si querían fuesen a tomar algo, que yo iba a estar toda la noche por ahí sentada y no me importaba quedarme con él. Me lo agradecieron con una flor y se marcharon. Vino un amigo suyo conmigo. Y estuvimos hablando mientras el chico de pelo extraño vomitaba por última vez y se dormía. Estuve 2 horas y media con ese chico. No pienso que haya desperdiciado el tiempo.

Al contrario, le demostré a un amigo mío que su teoría conmgio no valía. La gente SÍ ayuda de gratis.

Escrito por Alguien que quiere ser recordada a las 2:25 PM | Comentarios (25)