Es una fortaleza que se adquiere con el tiempo. Es un amago de aterrizaje en la tierra. Un conjunto de posibilidades entrelazadas donde se decide si al caerte te hundes o te levantas. Tú puedes mirarte al espejo y lamentarte. Yo me quiero más. No estoy dispuesta a condecer privilegios sobre mi persona. No te haré daño, pero tampoco te permitiré que me lo hagas. No podrás. No si yo no quiero. El camino que tomé no tiene retorno porque yo lo he borrado, siempre de frente y de cara, aunque el viento me deshaga la piel. Siempre hay tormentas. Pero también calma. Calma... Calma... Silencio. Añorado aliado de mis pensamientos. Silencio por ti. Concédete un minuto de homenaje. Observa como la debilidad se apodera de ti porque lo estás permitiendo. Te ahogas y no haces nada por evitarlo, sólo dejarte llevar. Te autoengañas, lo siento. Esas arenas movedizas se evitan con un poco de esfuerzo. Aunque es difícil, si tienes los ojos vendado. Jamás verás las cuerdas que se han tendido. Puedes cogerlas. Aunque yo no lo haría. Yo no sería tú, ni te propondría un yo. Yo sería lo que tú quisieras que fuese. La mueca de tu sonrisa o el pestañeo de tu sueño. Sigue en silencio, y vuelve a mirarte al espejo. ¿Te ves? ¿O ves tu imagen? Deja de hacerte preguntas, porque no sabrías vivir en un mundo sin respuestas. No te mientas. Sabes bien de qué hablo. Aunque en realidad no hable de nada.
Pero ya sabes que me encanta confundirte. Porque la vida es contradicción y yo soy vida.
El viento arrastra el polen, la mugre, como me arrastra a mí. Una máscara que vuela con mi persona, por aquel lugar que jamás visitaste, ya sonado, mi propio mundo. Es difícil escribir lo que se siente cuando no se siente nada, pero más aún, cuando se siente todo. Las raíces de mi planta están danzando por la corola, aún sin saber dónde aferrarse, sin querer hacerlo siquiera. Noto la sangre fría que corre por mis venas y sonrío, de miedo. Nadie dijo que fuese una elección fácil, no lo es. El valor se hace efímero en los momentos de tensión, mientras las palabras siguen amontonándose. Ver el mundo desde otra perspectiva, ser superior a vosotros, lleva un arduo trabajo. Es curioso ver cómo las flores se marchitan con el calor del verano, o el incómodo otoño. Pero hay que recordar que las plantas más fuertes, los cactus, tienen espinas. Y así ocurre con las personas. Tienen espinas. Sean rosas, cactus o un simple cardo borriquero. No te apacigues en el "qué puedes hacer" porque sabes que te viene grande, haz, y sé inconsciente, sé feliz. Recorre el camino marcado, y no te salgas de las líneas. Sé como el caballo que tira del carro andaluz, con los ojos vendados, siendo guiado por su amo. Agarra tu cruz y reza a tu dios por tu buen fario. Alcanza el pico de las nubes con tu nariz, y créete el centro del mundo. Mantente en flote cuando el resto se hunden. ¡Eres un campeón! Ahora mírate al espejo. ¿No ves nada? Es el reflejo de tu propia mentira, tu propia existencia, tu fe. El ejemplo claro de un mundo que no entiendes, ni soportas. Y fustigas tu almas con delirios de grandeza absurdos. Eres la oveja apunto de ser esquilada, aunque sea la líder del grupo. El pastor va a degollarte. El pastor, que tú mismo has inventado.
Cruzas los dedos y ruegas. Y sólo se te ocurre decir: "amén".
Los arpegios del piano no son suficientes para consolarme. Soy un montón de ropa que alguien metió a presión en una maleta. No caben más calcetines. No. No hago más que escribir testamentos. Legados que presagian el final. Aún no sé de qué. Alguien dijo que evadirse era lo mejor, yo vivo a base de evasiones. Y no creo que sea lo mejor. Es agotador girar la cara siempre. Pasar a ser la única mala perdonando el dolor que te causaron. Siempre en tu contra. ¿Y qué hay de mí? Los cachos son demasiados difíciles de componer para hacer un conjunto lógico. No es fácil pensar que no hay clavos cuando se te meten hasta las entrañas y desgarran tu piel. Y ya no sangras, ya no lloras. Ya no. Ahora eres un ser casi inerte. Cerca de la muerte, donde parecen yacer tus sentimientos. Pero sólo son apariencias. No quiero seguir quemando el papel de mi pasado, seguir mirando hacia delante sólo por sobrevivir. No quiero. No quiero. No quiero nada de lo que se me ofrece. Tal vez sea demasiado exigente. O quizás no me den algo lo suficientemente bueno. No concibo ningún error más en mi cabeza, no más fallos en el sistema. No más lágrimas. No más sangre. NO MÁS. Ya tengo suficiente. Piso con más fuerza de la que creo, y marco mi huella, y así será, lo quieran o no.
No más mentiras. No más ambivalencia. Basta. Ahora me toca a mí.
Una lágrima cae, y me hace presa. Una versión intimista del mundo. De mi propio mundo. Mis ojos están cerrados con tanta fuerza, que ni la mayor palanca podría abrirlos. Envasados al vacío. No estoy ciega, puedo ver. Aunque no me sirva de nada, pues todo es engañoso. No soy débil por llorar en silencio, sólo humana. La fuerza, por suerte, siempre me acompañó en el camino. Subir, subir y subir, para volver a caer. Mi vida escrita en pañuelos desechables. Una cortina de humo que me evade, y me oculta entre mis propias sombras. No es fácil vivir con la amenaza de tu propia extinción. La ambivalencia de mi mente cada día es más pronunciada. El rumbo ha dejado de tener sentido, sólo andar. Por suerte, aún me queda mi propia droga, la que jamás me quitarán, mi esperanza, mi ilusión y mis sueños. La música me envuelve y la escritura calma mi dolor. Dolor que no entiendo. Dolor que nunca entenderé. Una gran enemiga que flagela mi alma, que quiere verme muerta, que zarandea mis pasos, para que pierda el equilibrio. Mi propia imaginación, mi mayor traidora.
No se reduce a la adolescencia.
Simplemente, es más fácil apagar el incendio desde fuera.
¿Lo escuchas? ¿Escuchas el odio? Yo sí. Me grita con megáfono, y yo llevo tapones. Lo oigo, sé que está ahí, más encolerizado y cada vez más cerca. Tapo mis oídos con las manos, y canto como una niña pequeña. Pero se aproxima... Se aproxima demasiado. La sangre cae por mis ojos al notar su presencia, en forma de lágrimas. Lloro, y me vacío cada vez más. Paradójico. Sufro por dentro, y sin embargo, tengo más llanto en la superficie. Saboreo el acogedor calor del folio, aunque no me doy cuenta que sus finas esquinas me están rajando las muñecas. Impotencia. Incoherencia. Inapetencia. Una parte de mí añora el frío de un revólver. Otra, tiene miedo. Ambivalencia radical. Los caminos se abren, y no todos son buenos. No opto, ni soy apta, para nada. Para nada más que para mí. No distingo realidad de fantasía. Me sumerjo en mis sueños, y vuelvo, vuelvo soltando humo por mis pulmones. Abro la boca y mastico el aire, lleno de mierda. Quiero salir, estoy cansada y furiosa. Furiosa conmigo misma. Las arcadas no vienen solas...
Pero yo vomito mis pensamientos.
Vomito mis pensamientos, y tú los contemplas, pero recuerda, sólo es un vómito.
Tan sólo un minuto de silencio, por favor. Voy a callarme. A callarme por mi romanticismo absurdo, por mis paranoias antagónicas, por mi mente ambivalente Mantendré mi boca cerrada por mis problemas absurdos y dadaístas, por mi melancolía interna y mi empeño en cobijarme... No articularé palabra por el humo que me rodea, por la vida que vivo, por la gente que me vive... Ensordeceré el momento por los que me necesitan, por los que dañé, y pido perdón, por los que siguieron ahí aguantándome, por los que lucharon por mí, por los que me apoyan día a día en silencio, mirándome a los ojos. Sin perderme de vista Sellaré mis labios por la música que me ayuda, las letras que me trasmiten, por el Rap que me ha sacado tantas veces del pozo en el que me meto yo sola, por los músicos que realmente quieren transmitir y por la droga que me proporcionan las buenas canciones Silencio, por favor Silencio por haber sabido salir de los problemas, por haber sido fuerte, por los buenos consejos que supe coger, por haber cambiado, por rectificar día a día... Silencio, por favor.
Silencio
Se acerca el funeral de mi crisis.
Me tapo los ojos y sigo caminando en círculos. Doy vueltas sobre mí, pierdo el equilibrio y sigo girando hasta que me desmaye y caiga. El suelo se abre y me sumerjo entre aguas de color oscuro, nado sin respiración, agito mis brazos cada vez más débiles, luchando por salir a la superficie. Mi aura me protege en una cálida sonrisa. El bufón de la corte, la bombilla al final del pasillo, presente, demasiado, pero a la vez tan lejana. Y sigo andando para volver a caer, y dejar de sentir mi cuerpo por completo. Me recorro en mis cicatrices, son demasiado grandes como para ocultarlas. El vacío es demasiado frío, demasiado doloroso y es pura soledad. Soledad implícita en mi mente, anclada en lo más profundo de mis pensamientos, como una mancha imposible de borrar. Me pego al miedo con celofán, y me envuelvo en su calor. Demasiado calor. Quema. En mi interior se esconden océanos de dudas, y vuelve la eterna. ¿Quién? Y vuelvo. Me elevo en mi mundo surrealista, donde abundan las sonrisas, donde hago sonreír con una máscara de tragedia.
¿Y quién me hace sonreír a mí? Sólo mi propio reflejo. La mente tiene ojos que nublan nuestra vista.
Sí. Sí, sí. Síííí. Sísísísí. SÍ. Y más mentiras. Cuando es no, oculto mi cabeza entre una nube de humo, en el cielo. Llego alto y me engaño. Canto, y grito, y sonrío. Y abajo, mis pies, todo mi cuerpo es negro, con manchas blancas. Intento creer que soy la misma, que estoy jugando al escondite con mi mente. Y al instante una voz me recuerda que sólo juego a ser lo que añoro. Mantengo mis huidas, corro en un campo de cardos con los piel descalzos. Me hago daño, y no paro. Si parase me daría cuenta que las espinas en el camino desaparecen con pequeñas fórmulas. Pero cierro mis ojos, los vendo con un precioso pañuelo de seda negra. Y remiendo mis heridas con mis lágrimas, y el hilo de culpa de los demás. Tapo mis oídos con sonido a máximo volumen, y distorsiono mi alrededor. Pienso en momentos felices. Sueño. Creo películas americanas en mi cabeza, donde yo soy la protagonista de mi futuro. Me engaño a mí misma creyendo mis mentiras, y añadiéndoles más. Me pierdo. Y aunque aparte la niebla con mis manos, es demasiado intensa y me cubre por completo en un halo blanco contaminado. Reflexiono. Pienso. Mastico mis sentimientos transformándolos con mi saliva. Filtro mis pensamientos, y mantengo los malos recuerdos en tonos transparentes en el fresco de mi pared. Construyo mi propio refugio y silbo dentro. Pero, a pesar de todo, mi sonrisa continúa tatuada en mi boca por elección propia. Es mi mentira más piadosa.
Cause today is the day, when dreaming ends....
Un error, y toda mi vida cae al vacío. Me escondo tras un mar de llanto, y navego entre mis propias penas. Siento como la sangre abandona mi corazón para no regresar jamás. El pinchazo de mi pequeña burbuja, nuestra gran pequeña burbuja ha sido mortal. La catarata de mi ojo enturbia tu imagen, alejándola de mí. intento atraparla, aferrarme a ella, pero es humo. Me siento desprotegida, pues mi mundo de fucsia, pasó a ser negro. Le echo de menos. Y tal vez no volverá. Un error que no podré perdonarme. Pues dañar a quien más quieres no es digno de amnistía, no por parte de tu conciencia. Intento llenar el vacío de mi pecho con el aire que respiro, pero sólo me entran más lágrimas que encharcan mis pulmones hasta estallar en un agudo dolor. Le quiero, y no podría vivir sin él.
No puedo.
No lo soportaría.
Y no lo soporto... Me hundo, y me encojo. Cada vez más. Pues él abarca todo mi espacio, me aprieta... Me asfixia. El miedo me cubre cegándome, y me sumerge en su oscuro mundo, impidiéndome actuar con cordura. Impidiéndome ver la luz. Impidiéndome vivir.
Sólo quiero tenerle cerca, y sin embargo, cada vez le siento más lejos. Mi puta mente siempre tendrá que jugármela. Los recuerdos, no se han borrado ni con la erosión de mis lágrimas.
Cause today is the day, when dreaming ends....
El sonido de los violines hace que me hunda, sus cuerdas me desgarran la piel, dejando fuertes rasguños, imposibles de sanar. Noto como el agobio se apodera de mí, y con mis lágrimas, la esperanza se marchita. Soledad. El jardín frondoso de mi garganta no para de crecer, hasta ahogarme. Como mi llanto. Notas lánguidas que inundan mi mente. Mi propio réquiem. Dolor por el pasado, por el amor. Deseo dejar de soñar y zambullirme en ese pantano negro que se encuentra en algún rincón de mi propio mundo. Mi sufrimiento se asemeja al de una muerte, mi propia muerte. Anhelo sentir un ápice de felicidad, y no puedo. La luz no traspasa por esa tela opaca que me cubre. Los ríos que atraviesan mi rostro queman, y una voz en mi interior me chilla al oído con tan intensidad que sólo oigo el pitido que provoca su resonancia. Me mareo, pierdo el equilibrio, porque ya no soporto más esta carga que pesa sobre mí. Muerdo mi labio con tanta intensidad que sangra, y la sangre cae por mi cuello dejando un halo espeluznante. Respiro hondo y dejo de sentir el aire que me asfixia. Contemplo mis muñecas, imagino su corte transversal y lo ansío. Sólo quiero dejar de sufrir. Aprieto los dientes con tanta fuerza que podrían romperse. Y mis ojos fluyen, sufren por las cataratas que provocan. Me hago agua, me hago nada, Y me siento débil. Nadie puede ayudarme, es una estructura montada dentro de mi mente. Una base tan sólida que es imposible derruir. Soy yo quien me metí en este laberinto, y yo he de encontrar la salida, si quiero. Mi mirada perdió su rumbo, se encuentra vacía. Cierro mis ojos y miro al cielo, dejo que la lluvia termine de empapar mi cuerpo. Tengo pedazos de mi corazón cristalizado por mis venas, se evaporan. Sólo pido paz. Suplico a las estrellas que me den una señal. Quiero dejar de sentir pinchazos en mi pecho. Los latidos retumban en mi cabeza, me impiden respirar. Mis manos están agrietadas por el frío. Frío que me empeño en sentir. Mi alma se perdió en lo más profundo de un pozo. Sin fondo. Mi droga es el miedo, y es la más pura. Grito a pleno pulmón por lo que no tuve. Por lo que perdí. De cara al público una apariencia, de noche, sola, otra. No puedo combatir mi dualidad.
A veces, los polinomios más complejos, con una buena solución, se convierten en cero.
Como quitarle el caramelo a un niño.
Estoy tumbada en medio de ninguna parte, viendo como todos mis sueños se evaporan. Tengo cristales clavados por todas partes y un charco de sangre me rodea, como si fuese mi aura. Caen objetos sobre mí, dejan marca, pero no paran de resbalar sobre mi cuerpo. Mis manos son humo, incapaces de acarrear nada. Incapaces de conservar nada. Espirales que acaban en un agujero negro, que cae y cae, cada vez más, hacia un abismo incierto. Muelles que recorro como si fuese una niña bajando por una barandilla. Me mareo, creo que estoy bien y que me divierto, pero cuando te das cuenta de todo, tienes naúseas, nada es concreto y todo da vueltas. Te tropiezas con tu propio pie, recuerdas todo lo que olvidaste antes de arriesgarte a bajar, ahí arriba. Todo el mundo te señala, pero nadie te tiende una mano.
Mis lágrimas se mezclan con la sangre, ¿cuándo acabará de salir? Quiero convertirme en aire y volar, y no ser más que una mente, un alma que vaga por los cielos, y lo alto de las pequeñas ciudades. Lo mejor de la persona queda en la memoria. Estoy en otra dimensión donde hay fórmulas infinitamente complicadas que todos ven sencillas y yo, en la palestra, no puedo hacer. Alguien me grita, es mi propia conciencia, me humilla por no resolverlas. Y me vuelvo pequeña. No soy pequeña, simplemente estoy hundida hasta la cintura en este suelo de grafito gris. Está frío y me va comiendo el cuerpo, desde los pies. Noto como mis huesos se van rompiendo lentamente, y mi piel se desgarra, está seca, ya no hay sangre. Me voy consumiendo mientras mi cerebro proyecta una película, una galería de imagénes. No puedo recordar qué es, he perdido el control de mi vida. Ya no soy yo, sólo soy mi recuerdo. Lo único que sé es que no quiero volver. Algo en mi interior me dice que estoy mejor aquí, y que ellos están mejor sin mí.
Como un hielo expuesto al sol, me he consumido, he licuado y ahora sólo soy vapor. Como mis manos. Recorro las calles de mi antiguo barrio y contemplo el cementerio. Siempre me pareció tan bonito... En una lápida está escrito mi nombre. No puedo evitar sonreír al leer la esquela. Y me separo, y navego con el viento a mi favor por lo más alto de Madrid, esperando mi próxima salida.
Esta es una paranoia que se me ocurrió en uno de mis momentos de "aislamiento". El lenguaje es muy distinto al que uso. No he podido plasmar la rapidez en que lo dice.
Pensamientos de una descontrolada:
Estoy hasta la polla, quiero irme de aquí. Quiero salir corriendo, y no puedo. ¡Joder! Veo dos charcos en el suelo, es calimocho, parece sangre. ¡Sangre! Las marcas de dos a los que mataron posiblemente. O alguien que se suicidó ahí en medio, cortándose las venas. ¡Sangre! Odio, dolor. Quiero saborearla. Está frío el suelo, y tengo ceniza en la boca. Soy como una perra bebiendo agua en un enorme cuenco. La gente me mira. ¿Acaso no han visto a nadie bebiendo calimocho? Voy a seguir lamiendo el suelo, notar la piedra helada con mi lengua es una sensación bestial. Me estoy acercando a la pared, tengo que tener cuidado. El sabor ahora es amargo. Es una meada. ¡Qué morbo! Estoy cachondísima y podría imaginar que es una lluvia dorada. Voy a parar. Quiero ver hombres pasar, montones de chicos. Me da igual como sean. Me los follaría a todos. Quiero tocarme. ¡Hum! Cada vez estoy más a 100. ¡Ese me está mirando! ¿Le saco la lengua a ver qué cara pone? Jeje, se ríe. ¡Ostia! ¡Un grafitti! ¡Yo quiero ser graffiti! Voy a pegarme a la pared para ser graffiti. ¿Qué le pasa a ese? ¿No ha visto un grafitti nunca? Voy a andar, a ver si veo más. Uff, ¡qué viento hace! Como molaría ser viento. ¡Qué wapo extender los brazos! Yo quiero volar, podría intentarlo. Seguro que detrás de esa barandilla ahi un hueco. Voy a asomarme. Jejeje, casi me caigo. Hay otro piso abajo, pero tengo espacio. ¡Qué alta está la barandilla! A ver, los brazos abiertos. 1, 2 y... 3. ¡Estoy volando! ¡Aaaah! Mi cabeza. ¡Me he quedado ciega! Quiero seguir volando, ¡Joder! ¡Coño, que floto! Pero, ¿qué es esa luz que hay a lo lejos?
Pues... Esto va dedicada a Dromsek :) Una persona especial.
Me acomodé en el sofá y busqué su hombro para apoyarme. Le miraba de reojo, no podía evitarlo. Observaba como su vida se evaporaba en cada calada. Los problemas parecían huir, pero sólo se convertían en humo, invisibles, impalpables, pero presentes. Quemaba su vida con un mechero trucado, se reducía a cenizas que renacían, para volver a serlo. Una elipse cíclica, un cero, un ciclo impreciso que no paraba de dar vueltas. Su mente estaba llena de tizne, todos los recuerdos, los problemas, todo, seguía ahí, oculto bajo el manto gris de su bruma personal. Resultaba difícil apreciar su consciencia, a veces activa, otras no. No podía acertar si sus palabras eran efecto de la droga, su droga, o de sus sentimientos. No importaba, sus propias sensaciones eran ahora parte de esa resina. Gris, marrón, y blanco. Humo, tabaco, hachís y papel. Sus colores. Los momentos se consumían lentamente, era como fumarlo a oscuras, nunca sabría cuándo iba a acabar. No era uno, era un todo. Una realidad surrealista, una paradoja de su propia existencia. Sabía que no debía ser así, pero tal vez le daba miedo cambiarlo. No estaba preparado, no aún. Su vida pasaba buscando una solución, una alternativa, mientras seguía fumando. Había conocido ese abismo, y cuando tu cerebro se impregna de esa sustancia, las distancias parecen más cortas, las visibles y las que no. Por eso andaba dando saltos. Saltos grandes para muros de milímetros. Deposita su esperanza en notas lentas, ritmos y rimas y en papel, mechero y un poco de alegría artificial. No importan las consecuencias. Sólo el efecto.
Dedicada a Pablo Lucas... Sabemos que estás en las estrellas.
La muchacha dio una calada al cigarrillo, que se consumía lentamente y salió a la calle. Anduvo durante unos minutos y se tumbó en el cesped, de cara a las estrellas. Las miraba fijamente, como si buscase algo. En ese momento, vio que una brillaba más de lo normal y se quedó observándola. Con voz queda y entre susurros, comenzó a hablar. Sólo acertó a decir un par de palabras y notó como una lágrima cálida mojaba su rostro:
- ¿Me escuchas?
Cerró fuertemente los ojos y lloró silenciosamente. Tenía un nudo en la garganta, que le impedía articular palabra:
- Sé que nunca hemos hablado mucho. Sólo nos hemos visto tres o cuatro veces, puede que alguna más, pero tu muerte me ha afectado mucho. Siempre me diste buena espina. No sé, te miraba y tus ojos tenían una mezcla de infantiles y adultos, como si escondieses un gran secreto.
Recuerdo la fiesta... Realmente no te conocía y te pedí que no me dejases sola, y no lo hiciste. Ese día me fijé más en ti. Siempre me habías atraído, la verdad, pero, no sé, ese día fue distinto. En algún momento intentaste besarme. Yo me hice la loca y me aparté, aún no entiendo por qué. Supongo que por vergüenza, o porque los demás no pensasen mal de mí. O por no herir a nadie, qué se yo.
Sin duda tenías algo especial, la sonrisa, los ojos, encanto personal, no acierto a decir el qué. Me gustabas... Seamos sinceros, no pensaba todo el día en ti, pero me era agradable estar contigo.
Hace tiempo, te vi en el autobús. No creo que tú me reconocieses. No sé por qué no te dije nada, porque quería hacerlo. Supongo que me salió la vergüenza adolescente que todos tenemos.
Quería conocerte y aún quiero. Con el tiempo lo haré, a través de tus seres queridos. Y así poder acercarme más a ti de lo que conseguí en vida.
No sé por qué hago esto, pero sé que me escuchas. Espérame ahí, en las estrellas, junto a la luna. Algún día iré yo, te pediré el baile que me prometiste en la fiesta y te daré, si quieres, el beso que rehusé darte en su momento.
- La muchacha besó su mano y sopló hacia el cielo- Cuídate, Pablo.
Y se durmió bajo las estrellas, convencida de que alguien desde allí la había escuchado esa noche.
Una histora, que aunque parezca mentira, es verídica.
Edwar Jones sabe seis idiomas: Español, Inglés, Francés, Italiano, Alemán y Portugués. No tiene trabajo. Vive en la calle, solo. Su única compañía es un cojín y un vaso de MacDonalds, donde la gente introduce su caridad, si es que la tienen. Hoy he hablado con él. No podía darle dinero, no tenía. Me cuenta que tiene miedo. Que cada noche se "acuesta" con temor. Y que, a parte de una oportunidad para trabajar, lo único que quiere es un amigo. Dice que la gente le mira con asco, con incredulidad. Bien por ser negro, o bien porque creen, absurdamente, que pide por pasar el rato y sacar algún dinero extra. Me relata que hoy le han pegado. Tiene marcas de puñetazo en la cara y alguna cicatriz ya curada. De noche, algunos yonkis le pinchan, a veces en la tripa, otras en el pene. Son crueles. Observo las caras de prepotencia de la gente, sus miradas de desprecio, su asco. Pero sigo hablando con él. Continuo escuchándole. Me explica que algunas personas le ofrecen vender droga, pero él no quiere. Tiene estudios y ganas de trabajar. Ha solicitado un empleo como guarda de seguridad en un hotel. Demasiado lujoso para él. Nunca podrá hacerlo. O al menos, eso creen los que le rechazaron. Me pide que si sé de algún puesto se lo diga. Que le da igual cual. Que realmente lo necesita.
Puede que muera, puede que acabe vendiendo droga, o toda su vida transcurra en la calle. Total, qué más da, sólo es una vida más. Ratas como él abundan.
¿Verdad?
Voy a contar algo que me pasó el otro día, fue surrealista, pero estuvo genial.
Estábamos en Los Bajos de Argüelles. Éramos un grupo de jóvenes con cara de yonki sentados en frente del "Rebote". Bebiendo cerveza con música punk de fondo. Pasó un chico de pelo extraño. Me miró. Arqueé las cejas. Se giró. Él y su grupo se quedaron en la puerta del "Rebote" charlando. El chico me volvió a mirar, más descaradamente. Me empecé a reír y él también sonrió. Se fue. Nosotros seguíamos, en corro, charlando, fumando porros y bebiendo. De buen rollo. Entramos al garito, estaban poniendo "Marea" y no nos lo podíamos perder. Gente cogida de los hombros haciendo el capullo en un local que olía a sudor. Al rato salimos, con más cerveza en la mano. El chico de pelo extraño volvió a pasar. Volvió a mirar, volvió a sonreír, volvió a irse. Sólo faltaban pipas. Gente mirando a gente. Sin saber nada de nada ni de nadie. Volvimos a entrar al garito. Aunque aquello era un antro (wapo, pero un antro) tenía baños, y eso era lo que nos importaba a algunas en ese momento. Salimos, yo estaba enchufada a una botella de agua, pasaba de beber. Volví a ver al chico de pelo extraño. Pero esta vez no miraba, ni sonreía. Apenas podía moverse. Iba borracho. La absenta era mala y él lo acababa de comprobar. Le sentaron en frente nuestro. Me acerqué, se había quedado solo. Le ofrecí agua y me dijo que ya tenía. Le pregunté su nombre. Era un nombre muy común para un pelo tan extraño. Iba muy borracho, casi no se enteraba de lo que pasaba. Vino su amigo y se soprendió al verme, me preguntó de dónde salía y le expliqué. Me dio las gracias y volví a sentarme con mi gente. Al rato volví donde estaba el chico y le propuse a su amigo que se fueran de bares que yo me quedaba con él. Me dijo que no hacía falta, y el chico borracho empeoraba. Le pregunté si quería dar una vuelta, su amigo me lo agradeció y me lo llevé junto con una compañera mía. Vomitó. Varias veces. Los pijos nos miraban mal. Pero dio igual. Volvió a vomitar, y le sentamos. Cuando mejoró un poco le llevamos donde estaban sus amigos. Al llegar, le senté y dos de sus colegas me miraban con complicidad, pensaban que me gustaba el chico. Les aclaré que no quería liarme con él, simplemente estaba ayudando y uno de ellos indicó: "Los ángeles existen y están aquí". Les repetí que si querían fuesen a tomar algo, que yo iba a estar toda la noche por ahí sentada y no me importaba quedarme con él. Me lo agradecieron con una flor y se marcharon. Vino un amigo suyo conmigo. Y estuvimos hablando mientras el chico de pelo extraño vomitaba por última vez y se dormía. Estuve 2 horas y media con ese chico. No pienso que haya desperdiciado el tiempo.
Al contrario, le demostré a un amigo mío que su teoría conmgio no valía. La gente SÍ ayuda de gratis.
Dedicada a Manuel Ruiz.
Una playa solitaria. El mar, reflejando los tonos naranjas y rosas del cielo de atardecer, quieto, tranquilo, inmutable. A lo lejos un horizonte difícil de alcanzar cuya belleza es proporcional a su deseo de descubrirlo. Dos almas gemelas que no tienen conciencia alguna de la existencia del otro. Mas, en su lontananza perciben una fuerza, una energía tan firme capaz de juntar a los polos más equivalentes. Un fuerte viento hace girar sus cabezas, en aquel momento, ambos reparan en la presencia del ajeno, y, por primera vez, sonríen, con un gesto tan sublime y cautivador que ambos de manera involuntaria van uniendo sus cuerpos, con un paso gradual y hermoso. Un silencio eminente envuelve el entorno, cobijando en su interior a los dos lánguidos seres, que no articulan palabra, pero no dejan de fijar sus ojos en el contrario. Se miran. Una mano masculina se mueve ligeramente, dubitativa, hacia el inmaculado rostro de la muchacha cuya sonrisa tenue seduce cada vez más al hombre. Una suave caricia, fruto del más deseable de los encuentros, enjuga la mustia lágrima de la joven. La fémina, presa y ablandada por el suceso, no contiene su exaltación y cae rendida en los brazos del chico guareciéndose en un tierno e interminable abrazo. No se escucha nada, sólo las ligeras olas, la brisa veraniega de noche y el repiqueteo de la liviana lluvia que empieza a caer, juntándose con el jugo de los sollozos. Un grito ahogado rompe el sosiego:
- Llevo toda mi vida esperándote.
Dice una voz varonil, al tiempo que calla su emoción uniendo sus labios con los del ángel que tiene en frente.
Sólo han pasado dos días, y muchas personas ya se han olvidado.
Puede que radicalice, pero no me gustaba el panorama de ayer en el autobús... Gente que iba a la manifestación a pasárselo bien, que reía o incluso decía: "¡va a ser un desfase!". No, no me mola.
Por otra parte, caminabas por la calle, y veías gente cabizbaja, triste, ausente.
Yo no estoy mucho mejor. No he perdido a conocidos, pero sí una parte de mí. Parte de mi gente.
En estos momentos me pregunto, ¿ahora qué? ¿Cambiará algo? ¿Ya no habrá más muertes después de la manifestación?
Nadie me puede dar la respuesta.
Sólo opino, y digo a aquellos que desean la pena de muerte, que, por favor, no se rebajen al nivel de esa... No sé cómo denomirlos... Y no quieran más violencia, ya hemos tenido suficiente.
No pude acceder a la manifestación. La aglomeración de gente, el retraso de los trasportes públicos me lo impidieron. Pero era commovedor cómo los ciudadanos, a pesar de la lluvia, salían a la calle.
Como es perceptible, esta entrada no tiene orden... No tiene nada. Pero es que es tal y cómo está mi ciudad, mucha confusión, dolor, odio, miedo.
Yo no olvido, mis lágrimas acompañan a las del resto de madrileños.
Me cuesta mucho escribir esto sin lágrimas en los ojos.
8 menos 20 de la mañana. 11 de Marzo. Una fecha que no olvidaremos jamás.
Dolor. Incertidumbre. Llanto. Angustia. Impotencia. Injusticias. MIEDO.
¿Por qué? No podemos buscar una solución lógica a un acto irracional.
Me gustaría escribir todo lo que siento, pero no tengo fuerzas. Es horrible. Simplemente.
Mañana hay una manifestación a las 19:00, espero que todos vayamos.
Porque estamos HARTOS, porque queremos PAZ, porque queremos LIBERTAD.
POR EL DERECHO A LA VIDA...
¡BASTA YA!
Nuevamente, y ya con esto se terminan... Las cosas buenas de la vida...
Es un post abierto, ahora explicaré por qué...
La improvisación. El chocolate. La felicitación por un trabajo bien hecho. El reencuentro con tus antiguos compañeros. Enseñar. Una conversación interesante. El juguete preferido de tu infancia. Un animal. Un bebé. El entusiasmo de un niño. Las ganas de vivir. Tu libro favorito. Una poesía. Las olas. El viento acariciando tu pelo. La convivencia. La solidaridad. Un gesto de cariño. El abrazo de un padre. Un cuadro que te hace recordar. Sentir el sol. Un beso. Una manta en las noches invernales. Las flores. Un regalo esperado. Sentirte querido. Tener gente cerca. El apoyo de un amigo en un mal momento. La inspiración. Sentirte libre. Expresar lo que sientes y encontrar las palabras adecuadas. El tiempo previo antes de iniciar una relación con alguien. Una sonrisa de la persona que te gusta. Conocer a alguien en un lugar inesperado. El consejo. Volver de un viaje y ver que tienes miles de cartas en tu buzón. Ganar un premio. Encontrarte con alguien en el extranjero. La paz interior. Un baño de espuma. El agua caliente de la ducha de las mañanas de invierno, y el agua fría en verano. Alegrarte por alguien.
La felicidad de las personas.
Descubrir cosas buenas de la vida en las que no habías reparado, y enseñar más a los demás ;)
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Ahora os dejo que las digais vosotros.
¡Disfruta de las pequeñas cosas de la vida! Hazlo por ti
Y seguimos hablando de cosas buenas de la vida....
Algunas no deben ser realizadas en casa ;)
Cerrar los ojos y montarte una película donde tú eres el protagonista. Estar en una zona de tu ciudad y sentirte como en casa. Salir con tus amigos y pasarlo en grande haciendo el loco. Ver cómo la gente ríe de una gracia oportuna. Compartir. Conocer a alguien y ver que teneis muchas cosas en común. Escribir y ver que a la gente le gusta. Ayudar a una persona que nunca esperaba tu intervención. La mirada de un niño travieso. El brillo de los ojos de una persona que se siente viva. Que alguien cocine tu plato favorito sólo para ti. Beber un trago de algo frío cuando estás muerto de calor. Pasear por un jardín y sentir el olor a flores recién cortadas. Un abrazo en grupo. Encender una hoguera con tus amigos en la playa. Bailar con los ojos cerrados. La luna llena. Leer las palabras que necesitabas oír. Encontrar a una persona que te haga sentir viv@. El silencio. Meter los pies en agua caliente cuando están helados. Ver que el último pastel que queda en la bandeja es tu favorito. La esperanza. El recuerdo. La canción que te dedicaron. Un concierto con tus amigos. Saltar en los charcos. Extender los brazos bajo la nieve. Las vacaciones. El descanso. La ilusión. Ver como tus sueños se realizan. Querer llegar a lo más alto. Subir el camino que te lleva a la cima sin penderte detalle de lo que ves en tu viaje. Un cuento. La sabiduría.
Tu gente.
Tu vida
No, no es un anuncio de compresas, simplemente, las cosas buenas de la vida.
Esas cosas con las que, bajo mi opinión, si la gente no las considerase triviales muchas veces, sería más feliz.
Esto tan sólo es la primera parte...
El nacimiento de un ser esperado. Una sonrisa de una persona querida. Una mirada oportuna. El llanto por un amor inolvidable. Una lágrima que salta al suelo de alegría. Observar el cielo y sus colores, con matices sublimes. Las estrellas, tanto de cerca como de lejos. Salir cuando llueve y buscar el arcoiris. Ver cómo los árboles, tras la lluvia, están empadadas de gotas formadas con perfecta matemática. Reír sin saber por qué. Recibir noticias de un antiguo amigo. Gritar de jolgorio. Una fiesta sorpresa. La primera palabra de un bebé. Tumbarse en el cesped, en un día soleado. Respirar aire puro, y beber del agua de la montaña. Bañarse en una fuente pública con tu gente en un día de calor. Sentir la arena de playa en tus pies desnudos. Bañarse sin ropa en el mar. Tener una experiencia orgásmica. Una foto bien tomada. Una palabra especial. La canción que te recuerda a "él/ella". La música de tu vida. El descubrimiento. Encontrar un tesoro de tu infancia al cabo de los años. Coleccionar recuerdos. Aprender. Escuchar a los sabios.
Las personas.
La vida.